«Fue el único sitio que encontramos abierto cuando llegamos en tren y la verdad que no podíamos empezar mejor. El trato es genial, los camareros son muy simpáticos y divertidos. Aunque no probamos la carne que recomiendan y de la que son especialistas (teníamos más sueño que hambre), pedimos unas habitas con huevo y jamón, patatas a lo pobre y un flamenquin y la verdad que todo estaba muy rico y casero.
La próxima vez repetiremos para probar la parrilla.»

Belén Moreno Lorenzo